Un potente terremoto de magnitud 7,7 ha golpeado Birmania y Tailandia este viernes, dejando un saldo de más de 150 muertos y cientos de heridos. El epicentro del sismo se ubicó en la región de Sagaing, cerca de Mandalay, en Birmania, y se sintió con fuerza en Bangkok, Tailandia, donde un rascacielos en construcción colapsó, atrapando a decenas de trabajadores.

En Birmania, las ciudades más afectadas incluyen Naypyidaw y Taungoo, donde numerosos edificios y puentes se derrumbaron. Las autoridades locales han declarado el estado de emergencia y solicitado ayuda internacional para enfrentar la crisis. La inestabilidad política y las interrupciones en las comunicaciones han dificultado las labores de rescate.

En Tailandia, el impacto del terremoto se concentró en Bangkok, donde el colapso de un edificio dejó al menos tres muertos y más de 100 desaparecidos. Equipos de rescate trabajan intensamente para localizar sobrevivientes entre los escombros, mientras las autoridades han evacuado zonas vulnerables y declarado el estado de emergencia.

El terremoto también se sintió en regiones de China como Yunnan y Guangxi, generando pánico y evacuaciones masivas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha activado su centro logístico de emergencias para enviar suministros médicos y apoyar a los servicios sanitarios locales.

La comunidad internacional ha respondido con solidaridad, ofreciendo ayuda humanitaria y apoyo en las labores de rescate. Naciones Unidas y la Unión Europea han movilizado recursos para asistir a los afectados, mientras líderes mundiales expresan sus condolencias y compromiso con la recuperación de las zonas devastadas.

Este desastre natural ha dejado una huella profunda en el sudeste asiático, recordando la importancia de la preparación ante emergencias y la cooperación global en momentos de crisis. Las imágenes de la devastación y los esfuerzos de rescate reflejan la magnitud de la tragedia y la resiliencia de las comunidades afectadas.